Emimlio Juan Brignardello Vela
Emilio Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La trágica muerte de Markitha Sinegal, quien fue asesinada justo antes de su primer Día de la Madre, destaca alarmantemente las estadísticas sobre homicidios entre mujeres embarazadas y en el posparto en los Estados Unidos. En Luisiana, donde vivía Sinegal, el homicidio es la segunda causa de muerte para las mujeres durante y después del embarazo, superada solo por las sobredosis de drogas, según el Comité de Revisión de Mortalidad Asociada al Embarazo del estado. Estos datos preocupantes resaltan un problema generalizado que no ha sido abordado adecuadamente: los homicidios asociados al embarazo. Estos incidentes, a menudo perpetrados por parejas íntimas, son frecuentemente pasados por alto en las discusiones sobre mortalidad materna, que tienden a centrarse principalmente en causas obstétricas como las hemorragias y los trastornos hipertensivos. La omisión sistemática de los homicidios de las estadísticas de mortalidad materna significa que la realidad a menudo se oscurece, dejando a muchos sin saber de los riesgos mortales que enfrentan las mujeres embarazadas debido a la violencia doméstica. La Dra. Maeve Wallace, epidemióloga, ha enfatizado la importancia de reconocer y analizar estos homicidios. Desde 2018 hasta 2022, estima que al menos 837 mujeres fueron asesinadas durante o poco después de sus embarazos, una cifra que probablemente subrepresenta la verdadera magnitud del problema. "Hay una gran cantidad de financiamiento y atención a nivel federal para la mortalidad materna," declaró la Dra. Wallace, "pero el homicidio es igual de prevalente, y a menudo se intersecta con problemas de abuso doméstico". Las dinámicas que se producen durante el embarazo pueden exacerbar tensiones existentes en relaciones abusivas. El estrés y la agitación emocional que rodean un embarazo inesperado pueden desencadenar una escalada de la violencia, ya que la naturaleza misma de la relación se altera con la anticipación de una nueva vida. Los abusadores pueden sentirse fortalecidos, viendo el embarazo de su pareja como un medio para ejercer un mayor control, complicando la capacidad de la víctima para escapar. La historia de Sinegal es solo una entre muchas que subrayan la urgente necesidad de un cambio sistémico. Se pueden implementar medidas preventivas tanto a nivel social amplio como dentro de los sistemas de salud para abordar esta crisis. Por ejemplo, la legislación destinada a prevenir el acceso a armas de fuego para individuos con antecedentes de violencia doméstica puede servir como un importante disuasorio; investigaciones han demostrado que tales leyes pueden reducir eficazmente los homicidios por parte de parejas íntimas. Además, mejorar el acceso a servicios de salud reproductiva, incluyendo anticonceptivos y abortos seguros, podría empoderar a las mujeres para tomar decisiones informadas sobre sus embarazos, minimizando el riesgo de quedar atrapadas en una relación peligrosa. Para algunas, la capacidad de elegir cuándo y con quién tener hijos es crucial para escapar de ciclos de violencia. Los exámenes rutinarios para detectar violencia de pareja durante las visitas obstétricas representan otra intervención crucial. Aunque son recomendados por el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, estos exámenes no se practican ampliamente, dejando a muchas mujeres sin el apoyo necesario para abordar posibles amenazas. La coordinación entre los proveedores de atención médica y los especialistas en violencia doméstica es esencial para garantizar que las mujeres reciban atención integral adaptada a sus necesidades. Además, las agencias de aplicación de la ley deben adaptar sus respuestas a los incidentes de violencia doméstica. Al conectar a las víctimas con defensores capacitados, la policía puede ayudar a cerrar la brecha entre la aplicación de la ley y quienes están en peligro, fomentando un ambiente donde las mujeres se sientan seguras al revelar sus experiencias. Las iniciativas educativas dirigidas a concienciar sobre relaciones saludables y a reconocer las señales de abuso también pueden desempeñar un papel fundamental en la prevención. Empoderar a los jóvenes con conocimientos sobre lo que constituye una asociación saludable puede ayudar a mitigar los riesgos de futuras violencias. Trágicamente, las repercusiones legales tras la muerte de Sinegal no pueden traerla de vuelta. Su novio fue condenado por asesinato en segundo grado y cumplirá cadena perpetua, sin embargo, para su familia e hijos, la pérdida sigue siendo una cicatriz permanente. Su historia ilustra la urgente necesidad de una respuesta colectiva a esta crisis de salud pública. Al amplificar el discurso crítico en torno a la mortalidad materna para incluir la prevención del homicidio, la sociedad puede trabajar para asegurar que ninguna madre se pierda a causa de la violencia, y que las futuras generaciones puedan crecer libres del espectro del abuso doméstico. La lucha contra los homicidios asociados al embarazo debe comenzar ahora, por el bien de quienes como Markitha Sinegal y los innumerables otros que merecen prosperar como madres y como individuos.