Emimlio Juan Brignardello Vela
Emilio Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El panorama de la salud pública en el país se encuentra en un estado crítico tras la reciente intervención del Hospital Bonaparte por parte del Ministerio de Salud, que ha resultado en el despido de 1,400 trabajadores de diferentes hospitales e institutos especializados. Esta medida, que forma parte de un ajuste más amplio, ha desatado una serie de consecuencias devastadoras que afectan directamente a los pacientes, quienes ya enfrentan escasez de medicamentos y tratamientos vitales. Según organizaciones que defienden los derechos de los pacientes, la situación se ha vuelto insostenible. Uno de los casos más emblemáticos es el de María Teresa Troiano, quien había estado en tratamiento por cáncer de piel desde 2016. A pesar de que su tratamiento de inmunoterapia estaba garantizado a través de la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales (Dadse), se encontró en una situación desesperante. El 10 de diciembre de 2023, su esposo se presentó para retirar la medicación, solo para ser informado de que los nuevos proveedores no entregarían el tratamiento. "A Marité la mataron dos veces", lamentó su esposo, recordando la lucha infructuosa por obtener la medicación que necesitaba. La historia de María Teresa es solo una de las muchas que ilustran cómo los recortes en salud han impactado negativamente la vida de los ciudadanos. Las organizaciones no gubernamentales, como el Frente Nacional VIH, Hepatitis y Tuberculosis, han denunciado que, además de los despidos, se han cerrado direcciones especializadas en el tratamiento y manejo de enfermedades graves. A pesar de las afirmaciones del Ministro de Salud, Mario Lugones, sobre la continuidad de los servicios, los afectados sostienen que la eliminación de estos equipos de trabajo pone en riesgo la atención de los pacientes. "La falta de coordinación y la reducción de personal experimentado solo pueden llevar a un aumento en la mortalidad de enfermedades que ya son problemáticas", advirtieron. La situación es aún más alarmante si se consideran las cifras de enfermedades que están proliferando en el país. Los casos de tuberculosis han aumentado casi un 20%, mientras que las infecciones de VIH y sífilis también están en ascenso. Estas enfermedades, muchas de las cuales están asociadas a condiciones sociales desfavorables, como la desnutrición y el hacinamiento, muestran que los recortes en salud no solo afectan a los hospitales, sino que también generan un efecto dominó en la salud pública general. El impacto de la intervención en el Hospital Bonaparte se ha traducido en la falta de atención y en el desmantelamiento de servicios cruciales, especialmente en salud mental. Los trabajadores del hospital han expresado su preocupación de que la reducción de personal impide la atención adecuada a los pacientes, muchos de los cuales dependen de tratamientos continuos para sus condiciones. "Esta intervención solo ha desarticulado el sistema de salud que teníamos, dejando a muchos sin el apoyo que necesitan", aseveraron. Por otro lado, la Alianza Argentina de Pacientes (ALAPA) ha publicado un documento que denuncia los recortes presupuestarios en diversas áreas de la salud. Según su análisis, se han detectado ajustes drásticos en programas clave, lo que refuerza la idea de un desmantelamiento sistemático del sistema de salud pública. "La falta de medicamentos y el cierre de centros de atención son solo la punta del iceberg de una crisis más amplia que afecta a todos", indicaron desde la organización. En este contexto, la comunidad se pregunta cómo el gobierno justifica tales recortes en un momento en que las necesidades de salud están en aumento. La decisión de mantener el presupuesto de 2023 para el siguiente año, a pesar del aumento en la demanda de servicios de salud, parece una medida irresponsable y potencialmente letal para muchos pacientes. La falta de inversión en salud pública no solo pone en riesgo a los individuos, sino que también tiene implicaciones para la salud de la población en general. La reciente suspensión de cooperativas y mutuales que brindaban servicios de salud y asistencia social también ha generado una gran incertidumbre entre los pacientes y sus familias. Con más de 8,500 cooperativas afectadas, el acceso a servicios de salud se ha vuelto aún más limitado. Esta medida, que se presenta como una acción para corregir irregularidades, parece en realidad un ataque frontal a la infraestructura de salud comunitaria que tantas personas requieren. Los cambios en las políticas de acceso a medicamentos gratuitos, especialmente entre poblaciones vulnerables como los jubilados, han sido igualmente drásticos. Las nuevas restricciones han hecho que muchos pacientes, que ya enfrentan dificultades económicas, se vean obligados a renunciar a tratamientos que son vitales para su salud. Las medidas de austeridad, que han culminado en más de 550 despidos en PAMI, revelan una tendencia preocupante hacia la reducción de servicios en un sector que debería ser prioritario. Mientras el gobierno justifica estas acciones como necesarias para la reestructuración y “normalización” del sistema de salud, los testimonios de pacientes y trabajadores revelan una realidad que dista mucho de esa narrativa. La desregulación y el ajuste en la salud pública no solo son decisiones administrativas; son decisiones que impactan vidas, y en muchos casos, son decisiones que han resultado en la pérdida irreparable de personas que dependían del sistema para sobrevivir. En un contexto de crisis sanitaria, se vuelve imperativo que se reconsideren estas medidas y se priorice el bienestar de la población.