Desmitificando los mitos sobre las vacunas: Entendiendo la seguridad y eficacia de las inmunizaciones infantiles.

Desmitificando los mitos sobre las vacunas: Entendiendo la seguridad y eficacia de las inmunizaciones infantiles.

Los expertos en salud desmienten las afirmaciones de que las vacunas infantiles sobrecargan el sistema inmunológico, enfatizando su seguridad, eficacia y potencial para salvar vidas.

Emilio Juan Brignardello, asesor de seguros

Emimlio Juan Brignardello Vela

Emilio Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Salud

La afirmación de que las vacunas infantiles "sobrecargan" el sistema inmunológico ha ganado fuerza en los últimos años, alimentada por figuras prominentes que expresan un profundo escepticismo sobre su seguridad y eficacia. Sin embargo, esta noción es fundamentalmente errónea, según expertos en salud e inmunólogos, quienes enfatizan que las vacunas modernas son más limpias y eficientes que las utilizadas en décadas anteriores. A pesar de la narrativa popular de que los niños estadounidenses hoy en día reciben un número abrumador de vacunas, la realidad es bastante diferente. Los calendarios de vacunación actuales en EE. UU. requieren típicamente alrededor de una docena de vacunas, sumando aproximadamente 17 dosis antes de que los niños ingresen al jardín de infancia. Cada inyección contiene aproximadamente 10 antígenos, los componentes que estimulan una respuesta inmunológica. En contraste, las vacunas más antiguas podían contener cientos de antígenos, lo que representaba un desafío mucho mayor para el sistema inmunológico. La Dra. Yvonne Maldonado, pediatra en la Universidad de Stanford y asesora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), señala que las reacciones inmunitarias provocadas por las vacunas son mínimas en comparación con la exposición constante que los niños tienen a patógenos en su vida cotidiana. Los niños se encuentran con billones de bacterias y varios patógenos de su entorno, incluidos cuidadores, compañeros de juego e incluso objetos del hogar. Esta exposición es una parte natural de crecer, con los niños desarrollando fiebres y construyendo inmunidad frente a la multitud de organismos que los rodean. Las vacunas funcionan exponiendo el sistema inmunológico a antígenos específicos, ayudando al cuerpo a aprender a reconocer y combatir patógenos peligrosos como el sarampión o la polio. En lugar de abrumar el sistema inmunológico, las vacunas lo preparan para responder de manera más rápida y efectiva a infecciones reales. La efectividad de las vacunas ha mejorado significativamente con el tiempo, con avances que permiten a los científicos centrarse en las proteínas más críticas para provocar una respuesta inmunitaria, resultando en vacunas más puras y específicas. En el pasado, vacunas como la de la tos ferina contenían miles de proteínas, pero las formulaciones modernas han reducido ese número a solo un puñado. La vacuna contra la viruela, que alguna vez fue una preocupación principal para los niños, ha sido erradicada, reflejando un progreso significativo en salud pública. Los malentendidos en torno a los ingredientes de las vacunas y sus posibles vínculos con el autismo también han contribuido a la incertidumbre sobre las vacunas. Notablemente, el timerosal, un conservante a base de mercurio, ha sido vinculado erróneamente al autismo. Sin embargo, es esencial aclarar que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR) nunca ha contenido timerosal. Además, incluso cuando se encontraba presente en otras vacunas, el timerosal estaba en cantidades traza comparables a las de ciertos alimentos, como el atún. Desde 2001, el timerosal ha sido en gran medida eliminado de las vacunas infantiles, excepto en algunas vacunas contra la gripe, que también tienen alternativas sin timerosal disponibles. Los rigurosos procesos de prueba aseguran la seguridad y eficacia de las vacunas, involucrando estudios extensos en modelos animales seguidos de ensayos en humanos durante varios años. Las recomendaciones para la aprobación de vacunas provienen de paneles independientes de expertos que evalúan los datos de seguridad, y estas recomendaciones suelen ser adoptadas sin alteración por el CDC. A pesar del miedo público y la difusión de desinformación, los funcionarios de salud continúan enfatizando que las vacunas han demostrado ser seguras para los niños, tanto a corto como a largo plazo. Con décadas de datos respaldando su efectividad, la solicitud de una mayor investigación sobre la relación entre las vacunas y el autismo parece estar fuera de lugar, especialmente considerando el abrumador consenso científico que desestima cualquier conexión. A medida que navegamos por las complejidades de la salud pública, es vital confiar en evidencia científicamente sólida y en el consenso de expertos en lugar de en afirmaciones anecdóticas. El impulso por comprender las vacunas infantiles debería centrarse no en temores infundados, sino en su potencial para salvar vidas y la sólida protección que ofrecen contra las enfermedades infecciosas.

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